Salimos de Cancún de nuevo, esta vez en autobús. Por un momento parece que la ciudad sea interminable. Al llegar a carretera un puesto policial controla las salidas y entradas a la ciudad. Al dejar ya a un lado la carretera secundaria que circula paralela a la autopista empieza el espectáculo. Pequeños pueblos rodeados de basta vegetación cual cortina a ambos lados de la carretera y algún rancho junto a varios viveros se acerca más a nuestras expectativas, varias aves nos acompañan, divisamos algún halcón y bastantes zopilotes. Por un momento cruzo los dedos para que nuestro destino tenga un parecido a este hermoso paisaje. Chiquilá es poco más que el puerto. Algunas casas de pescadores, mecánicos de barcos, una gasolinera y poco más. Algunas familias ofrecen sus terrenos como parking para los viajeros con destino a Holbox, donde no es necesario el coche.
El barco va lleno, realmente su aforo en personas es mucho más amplio, pero los bultos de los pasajeros ocupan gran parte de su capacidad. Entramos los últimos y gracias a ello puedo acompañar al capitán en su decrépita cabina. No logro entender como su visión puede atravesar la suciedad de las ventanas para navegar, pero llegamos rápido y sin contratiempos. Antes de tocar puerto ya se saborea el acierto de nuestra elección. La costa sur (a la que llegamos) es en este caso la que tiene el baño restringido. Se trata de un paisaje de puro manglar con varias aves surcando el cielo, volando a ras de mar o reposando en palos y barcos. En el pequeño puerto esperan de nuevo varios carros de golf en forma de taxi, aquí es difícil ver un coche, carros de golf junto a algún que otro camión de abastecimiento u obras es a lo que queda reducido el tráfico en estos lares. Las calles son de arena blanca y solo hay un pueblo en esta isla de unos 30 kilómetros de longitud.
Encontramos nuestra residencia en la isla en el hostal "Golden Paradise", un lugar barato, con un hermoso jardín, cocina comunitaria, y una familia muy agradable que lo regenta y no para de trabajar. El lugar cuenta con unas enormes hamacas en el jardín donde parece que se detenga el tiempo.
El pueblo tiene una plaza central con una cancha con pequeñas gradas y unos futbolines con recreativas cubiertos de una carpa. Por la noche además se añaden una tómbola, camas elásticas y castillos hinchables. Los músicos actúan en varios lugares entre semana y normalmente en la playa el fin de semana, de modo que el pueblo suele tener vidilla. La playa del pueblo es la usada por los pescadores, así que para disfrutar de un baño agradable hay que caminar un rato por la costa. Los lugareños son muy agradables y están muy compenetrados con los extranjeros que eligieron este lugar como residencia. Sólo hay un cajero automático, está en el ayuntamiento. Junto a él, el único puesto policial del lugar, se encuentra en el exterior y consta de una mesa escritorio, sillas de plástico y entre tres a cinco policías esparcidos por ellas. Sus vehículos son dos quads que suelen pasear por la playa. En la costa norte subidos a una garita de socorristas disfrutamos de bellos atardeceres, aunque si te acercas mucho al mar se puede apreciar un olor putrefacto debido a la temporada de algas en la que nos encontramos. Por lo visto hay dos temporadas malas para acudir a Holbox, la de las algas por el olor y la de los mosquitos por estos mismos (personalmente prefiero las algas). Estas algas se amontonan en la costa norte, aunque sólo en la parte oeste de esta. Si caminas hacia la parte este, las algas desaparecen junto a cualquier tipo de edificación. Como reserva natural existe la prohibición de recogerlas con máquina y el único modo de limpiar la playa es a base de crear zanjas cerca del mar y enterrar las algas allí para no cortar la cadena alimenticia de los animales (solo algunos hoteles hacen esto). Este es sin duda el precio a pagar por vivir en un paraíso. Esparcidos por las calles de Holbox varios perros duermen inertes como si de cadáveres se tratase, acercandote mucho a ellos y con suerte puedes conseguir que abran un ojo para controlar que pasa a su alrededor, pero difícilmente se levantarán hasta haber caído el sol.
Encontramos la isla empapelada de carteles con Pepín Menéndez como protagonista y el adjetivo "traidor" definiendo a este personaje el cual ha sido expulsado de la isla por su intento en convertir esta en el nuevo Cancún. Bravo por los isleños que con esta iniciativa han conseguido al menos retrasar el "progreso" del hombre y declive de la naturaleza. Y digo retrasar pues hay en venta muchos terrenos en los que seguramente se acaben construyendo resorts para explotar al máximo las maravillas de este lugar.
La parte este de la isla es por ahora pura naturaleza, varios kilómetros de playa, lagunas, manglares y bosques inaccesibles por su frondosidad. La costa es hermosa, hay troncos que salen del agua y la orilla donde se camuflan las iguanas y varios árboles para cobijarse a la sombra . Estando tumbados en la arena las iguanas cruzan continuamente por nuestro lado para subirse a estos troncos y disfrutar del ardiente sol. La isla está separada por ríos donde algunos niños pescan peces escandalosamente grandes. Para cruzar los ríos el mejor modo es adentrarse en el mar que no cubre más de medio metro hasta encontrar una duna que recorre paralelamente la isla a una distancia de unos cien metros y el el nivel del agua es de escasos centímetros, por la duna se cruza hasta el otro lado de la isla y se vuelve a la costa en la otra orilla del río. En este lado no existe ni una sola construcción, ni una palapa, ni siquiera hay quien te venda una botella de agua así que hay que ir preparado. Kilómetros de playa desierta para recorrer tranquilamente. Justo al llegar al segundo río se pueden apreciar cientos de aves en las dunas. Los pelícanos que hemos visto mezclados con otras aves o de manera solitaria se encuentran aquí agrupados e incluso pescan de manera sincronizada en grupos lanzándose en picado al mar, un espectáculo admirable. La orilla en este lado está gobernada por los cangrejos cacerola quienes se amontonan unos encima de otros en su periodo de apareamiento y desovación. La arena se ve plagada de huellas, posiblemente de mapaches. En sus alrededores una bonita laguna y mucha vegetación.
El lado oeste también posee playa, aunque no alcanza en belleza a la anterior, aquí se pueden encontrar varios terrenos en venta, algún hostal alejado del pueblo y una base militar. Existe un pequeño embarcadero custodiado por la marina y con el paso restringido, aunque no vimos ningún militar allí. Por los alrededores mucho bosque de nuevo tan frondoso que imposibilita la entrada en este sin machete. En las obras sin terminar y abandonadas a su suerte las iguanas comparten muros y ventanas. La costa más pegada al sur se encuentra plagada de manglares y la superficie de arena es sustituida por barro en el que uno puede hundir los pies hasta los tobillos al intentar acercarse al mar (lo se por experiencia). Se ven islas cercanas y algunos pescadores. El camino de la costa acaba también fundiéndose entre manglares. Hay también una pequeña pista de aterrizaje de arena en el noroeste de la isla y un pequeño cementerio donde de nuevo rigen las iguanas.
La isla es una experiencia muy agradable para tomar contacto con la naturaleza, nos quedamos finalmente una semana para disfrutar bien de ella e incluso fuimos al béisbol. Aunque perdió Holbox fue sólo en la última entrada cuando Isla Mujeres pudo desempatar y ganar el partido. El ambiente era muy agradable.
Dos días antes de irnos un camión y una grúa se ocupan de rellenar los baches en las calles de arena del pueblo y previa advertencia "hoy arreglan las calles y mañana llueve", nuestra última noche se pone a llover devolviéndonos en forma de charco esos baches a los que nos habíamos acostumbrado. Salimos al medio día hacía el puerto, y llegamos justo a la única hora punta en que el barco no efectúa el trayecto así que esperamos allí un rato. Finalmente nos ofrecen por el mismo precio que el barco cruzar en lancha con otras dos personas, es un viaje mucho más refrescante que el barco. Las olas suelen entrar por los lados mojando aleatoriamente a los tripulantes, hacerlo es muy divertido pero cuidado con sus cámaras. En veinticinco minutos estamos de vuelta en Chiquilá aún eufóricos por nuestra experiencia en Holbox y sin destino claro.
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By Chucho
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