Lo primero que llama la atención en la llegada a Cancún es su denso tráfico, en una ciudad con solo 35 años de antigüedad, multitud transportes públicos de distintos tamaños recorren las calles asfaltadas y sembradas indiscriminadamente de badenes. Muchas de estas calles carecen de aceras, los peatones cruzan por cualquier lugar, ya bien por la falta de pasos de cebra o la carencia de pintura en estos. El downtown, como es llamado el centro, no se encuentra muy alejado de la zona hotelera y varios colectivos realizan trayectos sin horarios fijos entre estos dos destinos.
Crecen por todo Cancún centros comerciales llamados aquí plazas. El de mayor envergadura es el "Plaza Las Américas", un centro comercial quizás excesivamente grande para la cantidad de lugares como este en la ciudad, pero aún así lleno de gente a casi todas horas del día. En el lado este de Plaza Las Américas se continúa aún edificando lo que han venido a nombrar "El Malecón" y no parece sino una extremidad más de tiendas como Gucci, Zara, o Liverpool (que vendría a ser un pequeño Corte Inglés). Si bien esto no debería atraer ningún turismo, pues es más de lo mismo en otro país, aún queda por ver la zona hotelera, un largo recorrido de norte a sur separado del pueblo por una zona protegida (o lo que queda de ella) intransitable entre manglares. Esta zona forma una laguna que puede verse desde algunos puntos de la zona hotelera y para pánico de los más fervientes defensores de la naturaleza contiene especies protegidas,las cuales continua y temerariamente cruzan el asfalto de manglar a manglar arriesgando su existencia.
A lo largo de la zona hotelera, lo que ya esperábamos, una linea de hoteles de cara al mar, más masivo al comienzo y decayendo poco a poco a medida que uno se aleja de Cancún. El comienzo, una explotación masiva de recursos económicos llevados a hoteles, más centros comerciales, discotecas y campos de golf. Un poco más adelante van desapareciendo los campos de golf, los centros comerciales quedan reducidos a un par de tiendas, pero la monstruosidad hotelera avanza muchos más kilómetros. De camino encontramos ya algunos hoteles vacíos, en quiebra no sólo económica sino con muros resquebrajados y abandonados a su suerte en medio de un mar de competidores relucientes. Seguimos hacia el sur y nos encontramos con masivas construcciones de nuevos hoteles que sin duda harán quebrar a otros que hoy parecen intocables. Una auténtica lección de lo que no es turismo sostenible. A lo largo de la zona hotelera encontramos un paseo adaptado ya no solo a los peatones, sino incluso con un carril-bici para aquellos que quieran disfrutar de un paseo por la arquitectura moderna de las grandes superficies. En un día caluroso como en el que nos encontramos las iguanas se encuentran a lo largo del camino sobre cualquier muro o piedra que desprenda un calor excesivo. En nuestro camino al sur llegamos a la desembocadura del río Nizuc.
Al cruzar el puente observamos la belleza del azul turquesa de las aguas caribeñas, el turista raramente llega a esta zona, en las orillas del río observamos a varios pescadores y familias mexicanas refrescándose en su día de picnic. Nos llama la atención que estos bañistas, indiferentemente del sexo utilicen sus camisetas para disfrutar del baño, ninguna chica lleva bikini o bañador sino bermudas y camiseta, incluso algunos se atreven a hacer uso del pantalón vaquero. Nos acercamos a la costa y podemos observar al norte los hoteles y unos kilómetros al sur lo que parece ser un parque acuático con sus enormes toboganes. Después de refrescarnos con unas cervezas volvemos para explorar las playas tan cotizadas por su extensa belleza.
Río Nizuc |
Después de caminar varios kilómetros bajo el sol, al fin conseguimos alcanzar un acceso a la playa sin necesidad de invadir terreno hotelero,El Mirador. No es de extrañar el espíritu revolucionario de los mexicanos una vez se visita Cancún. Las grandes empresas no solo han edificado indiscretamente la costa, estropeando así buena parte de su belleza. Lo peor es que el gobierno ha dejado que estas se queden con las playas limitando al ciudadano mexicano a escasos metros de playa en un territorio que les pertenece. Desde el río Nizuc hasta El Mirador no encontramos ni un solo acceso público, pero esta es la parte menos explotada de lo conocido como "zona hotelera" en Cancún. Aún y con todo esto, nos quedamos en la playa, la cual como no, es impresionante. Un azul precioso reina el mar y una fina arena acaricia los pies, observamos varias aves, pero la que más llama nuestra atención son los pelicanos, además de volar a ras de la orilla, esquivando a gente con unas enormes alas es impresionante ver como caen en picado para obtener su presa. Sería estupendo que la playa fuese entera de y para todos, pues desde nuestro privilegiado lugar no vemos el fin de la costa. Pero lo cierto es que la playa de El Mirador tiene un escaso kilómetro de longitud antes de adentrarse de nuevo en las garras de los señores feudales. Salimos de El Mirador en busca de otra entrada pública a la playa, pero una vez recorridos varios kilómetros desistimos, posiblemente no existan.
Por contar una anécdota, os diré que, intentando fotografiar una preciosa iguana camuflada en un árbol, acabé golpeando un muro justo en su esquina más picuda, y dirán ustedes ¿con que? Pues con que va a ser, con la cabeza. Os prometo que el muro ya solo vale para plaza de toros. El resultado: Primera herida de guerra, no hay necesidad de puntos, ni doctores, ni medicinas. Pero sangro durante un rato, y nuestro único remedio a mano es, como no, un papel de fumar. Gracias a Zeus no hay fotos mías con tal estampa, pero las gafas de sol, justo encima un trozo de papel de arroz, y para que este no salga volando, bien sujeto con la gorra. Dime tú si no es fácil tener pinta de turista...
De vuelta en downtown, visitamos el mercado 28, ya sabemos de antemano que no vamos a comprar nada, así que nos sabe un poco mal hacer perder el tiempo a los comerciantes del lugar, pero estos son muy agradables y entablamos varias conversaciones con ellos. Los mexicanos son gente muy simpática, así que nos echamos unas risas. Muchos artesanos rigen el mercado en sus aledaños, y en el centro unos puestos de comida. Hay que decir que el número de mexicanos comprando en este famoso mercado es ínfimo. Como si la los habitantes de Cancún se encontraran todos en Plaza Las Américas.
Nuestro lugar favorito de Cancún, contra todo pronóstico está situado en el pueblo. El parque Las Palapas (que viene a ser algo así como cabañas). Un lugar con un escenario, unos carritos de artesanos, varios puestos de comida barata (y rica, rica...) y con un ambiente sensacional de jueves a domingo después de las seis de la tarde. Pasenle.
Parque las Palapas |
By Chucho